Biografía de
josé capuz
José Capuz Mamano
(1884-1964)
Fue uno de los escultores escogidos para la reconstrucción nazarena de Cuenca y punto de llegada de varias generaciones con oficio imaginero, que comienzan con seguridad en un escultor de origen genovés establecido en Onteniente (Valencia) desde mediados del siglo XVII.
Consta que Raimundo Capuz, Escultor de Cámara del efímero Rey Luis I de España, talló Pasos procesionales finalizando ese siglo y que su hermano Francisco y él, además de practicar la escultura monumental en piedra, cultivaron también la eboraria.
En el Victoria and Albert Museum de Londres se conserva una «Venus y el Amor», escultura en marfil firmada por «A. Capuz»: parece tratarse de Antonio Capuz Gil, correspondiendo a finales del siglo XIX. Este escultor e imaginero es el padre de nuestro José Capuz y del ilustrador Pascual Capuz que obtuvo Medalla de Oro en la Exposición Internacional de Artes Decorativas de París de 1925.

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Con tales precedentes, el sino artístico de José estaba escrito en los propios genes: su temprana formación en la Escuela de Bellas Artes de San Carlos, con su pariente profesor Cayetano Capuz Romero, y en el familiar taller de imaginería, fue definitivo impulso, para madurar en Italia, París y Madrid, donde se afincó.
Segunda y Primera Medalla en las Exposiciones Nacionales de Bellas Artes de 1910 y 1912, con las obras «El voto» y «Paolo y Francesca», ésta talla directa en mármol, y tras obtener otra Medalla de Honor más, en el Salón Español de Londres (1920), por su trabajo «Forma», alcanza, mediante oposición, la Cátedra de Modelado y Vaciado en la Escuela Superior de Artes y Oficios de Madrid (1922), siendo nombrado Académico de la Real de San Fernando en la vacante de Inurria (1927).
En la obra escultórica civil de José Capuz, los especialistas observan sucesivas enriquecedoras influencias: Miguel Ángel, Rodin, Clará, la estatuaria egipcia, Bourdelle, Maillol, Mestrovic, la Secesión vienesa, el «art déco» y su asimilación de otras vanguardias.
Entre otros, su valenciano Monumento al Doctor Moliner (1919-1920) refleja, definidas, las características del arte de Capuz: síntesis de medios expresivos, de clasicismo y modernidad67. De esa misma época es su popular busto de Sorolla (1918), seguido de otros afortunados retratos. Siempre abierto a Italia, participó en las Bienales de Venecia de 1926 y 1934, con abundantes obras. Muchos años después, Capuz, ya septuagenario y avejentado, sería todavía capaz de ofrecer obras de juvenil lozanía como «La Primavera» (1955) o «Saliendo del baño» (1955-1957).
Imaginero
El José Capuz imaginero está ligado muy en especial a Cartagena, cuya Cofradía Marraja lo eligió como inspirado autor de sus más venerados Pasos, antes y después del negro trienio 1936-1939. Desde «La Piedad» (1924) y el «Cristo Yacente» (1926) que pudo fijar un nuevo tipo iconográfico73, pasando por «El Descendimiento» (1930), hasta llegar al principal titular Jesús Nazareno, Capuz impartió memorables lecciones de docencia y decencia. La talla del Nazareno (1931) destruida en la nefanda guerra fue reemplazada por su autor en 1945. Dos años antes les había entregado, entre otras obras, el reluciente San Juan (1943), luciérnaga de la madrugada pescadora.

En Cuenca tenemos el otro gran Jesús Nazareno tallado por José Capuz en 1942, nuestro Jesús del Puente. La carga emocional «del Jesús» en ambas Semanas Santas es magna, como el peso moral de la cruz redentora, sujetada sobre el herido hombro por las mortecinas manos.
El conquense es doliente, mostrando contenida aflicción. Nadie que lo haya visto andar sobre las aguas del Júcar, abriendo la tarde y los corazones, queda indiferente: mueve a la oración y, a todos, al sincero meditar. El cartagenero actual yergue su gesto cual «héroe trágico», clavando una mirada «un tanto incómoda y hasta arrogante … como un reproche».
Síntesis de los dos, triunfante al fin, es el Cristo Resucitado (1956)
hecho por Capuz para Málaga: talla completa y esbelta, que parece querer elevarse hacia el cielo. Hay Pasos de José Capuz también en Lorca, Cieza y Madrid (su «Cristo de la Fe» (1944)). Otro crucificado suyo se integra en el grupo de cuatro figuras «El Calvario», para Guernica (1927).
Texto: José Miguel Carretero Escribano.